los que les gusta un color, unas mascotas, una religión, un partido político, un sistema de vida o de alimentación, etc... Etiquetar nos ayuda a clasificar mentalmente, nos ayuda a organizar, a reaccionar con más facilidad, a encontrar aquello que buscamos más rápidamente.

Sin embargo muchas veces al escoger nuestras etiquetas no somos conscientes de todo lo que hay detrás, de todo lo que una persona puede ser más que esa etiqueta, de que al escoger una etiqueta no hemos tenido en cuenta muchísimas otras. Sin embargo no volvemos a hacer el trabajo de reetiquetar, si hemos puesto una etiqueta ya la olvidamos, ya estamos convencid@s de que va en esa clasificación, así que simplemente se quedan, permanecen en el tiempo y las tomamos como una verdad única e imperturbable.

Se nos puede olvidar que el tiempo va pasando, nuestros pensamientos y creencias van cambiando, con lo que nosotr@s también lo vamos haciendo, (no pensamos ni tenemos las mismas creencias con 10 años que con 20, 30, 40, etc), así que las personas que etiquetamos en un principio, además de tener muchas más etiquetas cuando las etiquetamos, también cambian constantemente, con lo que las etiquetas que pusimos un día, es muy posible que ya no nos sirvan, sin embargo en lugar de pensar en esto las defendemos como si las acabáramos de poner, como si fueran una verdad absoluta que justifican mi comportamiento hacia esas personas, perjudicando sin ser consciente mis relaciones interpersonales.

Ser conscientes de que todas las personas vamos cambiando es ser consciente de que las etiquetas solo nos sirven de manera muy breve y en determinados aspectos de un momento muy determinado que nos influyó en nuestra vida, y esto nos abre la oportunidad de conocer de nuevo a esas personas, de reconocer sus cambios, de reconocer los nuestros y, en definitiva de establecer nuevos vínculos que nos harán crecer personal y emocionalmente si es lo que queremos, claro.
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